Yo quisiera hablar de Salud Mental desde un lugar bastante inusual: quiero referirme a este tema desde un espacio disciplinario que –si bien es cierto se encuentra muy vinculado al tema– no es habitual que se pronuncie al respecto. Mi mirada a la Salud Mental se realiza desde la Comunicación. Yo trabajo en Comunicación Social y sostengo que una observación desde allí sobre la Salud Mental no sólo no es trivial sino más bien fundamental. Si entendemos Salud Mental en una acepción bastante amplia, la mirada desde una disciplina o desde una práctica (como uno podría entender la comunicación) que instala su observación en los tramados relacionales es absolutamente pertinente. Porque en términos sociales los deterioros de la Salud Mental de un conglomerado humano cualquiera, no son sino “malos” modos relacionales en su interior. Y ello no quiere decir otra cosa que redes sociales “enfermas” en dicho conglomerado humano. Y la Comunicación, entendida como disciplina, es precisamente el estudio de las relaciones de cualquier orden. Entonces para mi es claro: no me interesa la salud mental en términos de esquizofrenias individuales, consumo de benzodiasepinas o cosas por el estilo, sino fundamentalmente en términos de interacciones al interior de un espacio humano determinado. ¿Qué sucede con la interacción al interior de nuestros espacios sociales…? ¿Qué está sucediendo con nuestra sociabilidad cotidiana…? Esas son entonces mis preguntas y de ello pretendo hablar….
Lagos Garay, G. (2004). Ante la pérdida del asombro, las benzodiasepinas no bastan. Revista Némesis, (4), 137–143. Recuperado a partir de https://ultimadecada.uchile.cl/index.php/RN/article/view/66744